Virgen de Guadalupe

Virgen de Guadalupe

Esta Virgen de Guadalupe presidía el retablo mayor de la capilla de Santiago que había sido realizado con el legado que Francisco Antonio González de Echavarri dejó en 1773. Se acompañaba en las calles laterales por unos lienzos de san Francisco de Asís y san Antonio de Padua. A finales del siglo XIX este altar fue completamente transformado y la pintura pasó a ocupar el lado de la epístola del presbiterio.

La tradición cuenta que la representación de la Virgen morena partió de la imagen que de forma milagrosa quedó estampada sobre el ayate del indígena Juan Diego en el momento de su aparición. La existencia de este modelo hizo que todo pintor que quisiera hacer una réplica se viera obligado a respetar el original, incluso en las medidas establecidas. Como es habitual, la Virgen aparece dentro de una mandorla con rayos solares. Se representa de pie, sobre una media luna con los picos hacia arriba y un angelito con las alas abiertas a modo de peana. Algo hierática, con la cabeza coronada, mirada baja y manos juntas en oración. Viste túnica roja con un rico brocado dorado y manto azul con estrellas y cenefa también doradas. En la base del lienzo de puede leer: “TOCADA A SU ORIGINAL”, en referencia al acto de consagración en que los artistas acudían a la basílica para tocar con la pintura el lienzo original. Esta obra añade al convencionalismo temático, dulzura, armonía en las proporciones y sobriedad, a lo que hay que sumar a una cierta impronta neoclásica. El lienzo fue algo intervenido, probablemente al ser trasladado al lugar en el que hoy se encuentra, pues está reentelado y tiene un añadido en su parte superior. También parece que sufrió algún repinte, al menos en la zona nubosa que lo circunda.